De manera intuitiva reconocemos que hablar de ética teológica es hablar de la dimensión práctica de nuestra fe, y más en concreto, como cristianos, de nuestro seguimiento de Jesús el Cristo.

Encontramos en Jesucristo el modelo a seguir, pues es el ser humano que ha vivido plenamente su vida en una comunión perfecta con Dios y con sus semejantes. Él es “el nuevo Adán”, con el que Dios ha dado comienzo a una nueva creación, él es el primogénito de una nueva humanidad, con el que Dios ha comenzado a “hacer nuevas todas las cosas”. Y como nos dirá el apóstol Pablo, en el Reino de su amado Hijo, lo único que de verdad cuenta es “una fe que obra mediante el amor” (Gál 5,6)

Éste será el “territorio” a explorar en esta Asignatura, un territorio lleno de espacios muy diversos unos de otros, con sus peculiaridades y exigencias específicas, que nos obligarán a estudiar desde los aspectos más personales del ser humano, como por ejemplo los relacionados con el nacimiento y la muerte de la vida humana, la sexualidad, la familia, etc.; hasta los más sociales, aquellos que tienen que ver con las actividades económicas, políticas, culturales, etc., que se derivan de la vida en sociedad.